El sabio dijo:
Hace mucho tiempo, pasaban los meses y no llovía, los ríos y los lagos se secaron, la tierra se agrietó y las cosechas se perdieron, cada vez había menos comida. Fue en esa época cuando tuve una revelación.
—¿Cuál? —preguntó el discípulo muy interesado.
—Vi un montón de arroz preparado para comerse y muchos hombres y mujeres con largos palillos trataban de agarrar los granos, pero no conseguían llevárselos a la boca, con lo que seguían muertos de hambre, esos palillos eran demasiado largos.
Me di cuenta de que lo que estaba viendo era el infierno.
— Tras un largo suspiro, el monje prosiguió—.
Un poco más allá, otro grupo de personas se enfrentaba a una montaña de arroz de la misma manera; sin embargo, estos comían.
¿Sabes por qué?
El discípulo se encogió de hombros.
— Con los largos palillos tomaban el arroz y, como no podían llevarlo a su propia boca, lo llevaban a la de los otros, de esa manera, juntos, encontraron la manera de comer.
Eso era el cielo.